sábado, 7 de diciembre de 2013

Belleza.

La verdad es que el Lolita me ha cambiado.
Cuando me miraba al espejo siempre pensaba que era bastante fea y que no iba a encontrar a nadie jamás, que estaba condenada a ser esas chicas solteras que viven solas en compañía de sus gatos, sin nadie que la ame. Alguien desagradable, que no merecía nada, condenada por su cara, sus dientes, las manchas de su piel, su pelo encrespado e indomable y las muchas cicatrices de una niñez aventurera.
Pero cada vez que me miro, reflejada en cualquier vitrina, cristal, espejo o escaparate, vestida de Lolita, pienso "Que guapa estás, Paloma". De la misma manera que lo pienso al ver a esas chicas tan bonitas que se me antojan tan lejos. Quizás como una muñequita de porcelana.
De repente, mis ojos son más brillantes; mis dientes, aceptables; y las manchas apenas sombras difuminadas. Y ya no estoy tan lejos.


Bien, no digo que sólo sea bonita o no vistiendo una determinada ropa. Es más bien que el Lolita me ayuda a subir mi autoestima. Tarea difícil, lo admito. Y como este es mi blog, pues voy a hablar de mi vida. Porque me apetece. Porque hablar de la autoestima significa hablar de por qué la tengo tan baja. ¿Y por qué doy explicaciones? En fin.

Cuando era pequeñita, mi vida era muy feliz. Simplemente, no podía quejarme. La escuela era divertida, tenía a mis amigas, con quien jugaba a las muñecas, inventaba historias y hacía cabañas. Vivíamos en un mundo de hadas, literalmente, pues en ese momento creía realmente en su existencia.
Crecí, y todo fue a peor. Dos de mis mejores amigas se cambiaron de colegio, y aunque ahora estamos en la misma clase, ya no puedo decir que las conozco. La otra, continuó en mi clase, sí, pero ya no era suficiente. Las dos nos integramos en el otro grupo de chicas de la clase. Pero como todos sabemos, las notas que sacas empiezan a mostrar cómo eres, y eso hizo que me ganara mi primer sobrenombre: "la empollona". Poco a poco, fui alejándome de todo. Todo 4º de primaria fue solitario. Prácticamente todos los recreos de ese curso sola, llorando. El chico que me gustaba parecía odiarme desde que me declaré a él y, aunque es una tontería, cuando eres pequeña eso te afecta mucho, porque, claro ¿cómo va a quererte si eres esa horrible empollona rara y estúpida?
Llegó 6º.
Ya apenas tenía contacto con el grupo de amigas. Solo me juntaba con los excluidos, por el simple hecho de que los marginados se atraen entre sí. Era más conciente del (nulo) sentido de la vida. Empecé a pensar en el suicidio. No tenía a nadie con quien hablar de verdad, porque ¿quién iba a querer escuchar las tontas y depresivas historias de esa maldita artista que se cree superior porque saca mejores notas? Ojalá me sintiera superior. Si todas esas personas supieran lo inferior que me sentía en todo, quizás se callarían. O quizás no.

Vivía en una cuerda floja, atenta de no molestar a nadie con mis actos, evaluando cada cosa que decía, cada uno de mis movimientos, con tal de agradar, de ser aceptada. Me volví autosuperficial (¿eso existe?). Sólo me fijaba en mi exterior, el cual consideraba horrible.
1º de la E.S.O.
Nuevo instituto, nueva vida, literalmente. Toda mi clase calló en una clase distinta. Mantuve a un nuevo grupo de amigos, y conocí a quien, a día de hoy, es mi mejor amigo. Pero igualmente, seguía sin tener a nadie con quien hablar de verdad. Más ideas de suicidio, que gracias a dios, nunca se llevaron a cabo.
2º de la E.S.O.
El grupo se fue separando poquito a poquito, hasta romperse del todo, después de muchas peleas, malos rollos, lágrimas y ataques de ansiedad. Más soledad, si bien gracias a ella conocí a otro amigo, el cual sigue siendo a día de hoy una de las personas a las que más aprecio.
A partir de ahí, mi vida se fue más hacia lo akiba-kei, y con el tiempo, conocí el Lolita.

Por todo eso, por esa infancia tan dura para mí (porque a otras personas no les parecerá dura para nada, pero yo soy muy, muy débil) no tengo autoestima. Mis sobrenombres han calado muy hondo. Pero...
Maldita sea, el Lolita me hace olvidarme de todo ese enorme y depresivo parrafazo que os he puesto. Porque siento que soy yo. Que yo formo parte del Lolita, y el Lolita forma parte de mí. Porque me hace querer luchar, demostrar que soy alguien. Que, como dijo Shane Koyczan, "no soy el eco de una voz diciendo los sobrenombres no me dañaron". A algunos de vosotros os sonará todo esto a paranoia de las 0:50 de la madrugada, aunque llevo más de una hora escribiendo esto (risas)

Voy a coger unas palabras de un amigo:

Luego lo que te pones puede identificar tus valores y hacerte lucir mejor y eso está genial, pero si no te ves preciosa SIEMPRE es que tienes mal el espejo, pero no el de tu casa, sino el de tu alma.
Si te pones Lolita porque sin ella no te sientes bonita, entonces no eres una princesa de verdad, 
sino que es tu ropa la que es una princesa.
Prueba a ponerte un traje de Lolita y verte preciosa.
Luego te lo quitas, y, si de verdad eres una princesa (y estoy seguro de que lo eres) 
comprobarás que no era la ropa la que te hizo preciosa, 
sino tú la que eras preciosa desde el principio.
Siempre lo fuiste, pero no te diste cuenta hasta ahora.

No puedo decir que piense eso, ahora mismo, pero gracias a mis amigos, a la gente que me quiere, y al Lolita, que me ha hecho darme cuenta de todo esto, llegaré a ser una princesa. No, ya lo soy, sólo me hace falta darme cuenta de ello.

Y ya me daré cuenta.

2 comentarios:

  1. ¡Es una entrada preciooosa! Me siento bastante identificada contigo, me pasó exactamente lo mismo.
    Me alegra ver lo que el lolita puede llegar a hacer en las personas.
    Besos <3

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    1. Muchísimas gracias Yui >u<
      Poco a poco, seguimos adelante :33

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